
Hace nada tuvimos un Cervantes lopista. Esta semana a Lope en su mismidad, porque Lope de Vega es su obra. Si don Miguel consiguió la obra maestra, el Fénix dejó clara su tremenda habilidad dramática en varios centenares de obras asimiladas en su enorme tratado del Arte Nuevo. Popular e intelectual, cómico y profundo. Completo y esencial.
El animal de Hungría es una aguja que, por su complejidad escénica o por el pajar en que se encuentra, había sido muy poco, casi nada, representada hasta ahora. Se trata de una obra proto rousseauniana que ensalza lo salvaje de la naturaleza humana desde la figura de Rosaura. Secuestrada por una fiera cuando apenas es un bebé, Rosaura 'la salvaje' -y por momentos espejo del Segismundo en la posterior 'La vida es sueño'- es la fuerza femenina que despierta al deslumbrante sexo y a las emociones animales que van del drama a la tragedia, del miedo a las traiciones.
Con un elenco de 8 intensos personajes, de los 30 de la pieza original, la adaptación de la compañía Colectivo Állatok se pasea con bastante fidelidad por los 3 actos que desde los bosques húngaros aterrizan en tierras manchegas. Porque la naturaleza humana y animal no se concibe encerrada en fronteras que sólo ayudan a confundir y a justificar estúpidas guerras, entre otro buen montón de atrocidades. ¡Como si no tuviésemos bastante con ser animales!
Una obra 'perdida' de uno de los mayores maestros, el mito del ilustrado suizo en versión femenina, emotiva interpretación de una joven compañía dirigida por Ernesto Arias, y la consecución lopesca de pasiones, venganzas y traiciones por las que sobrevuela el humor y la poesía. No hay duda, es un must.